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Channel: Comentarios en: ¿Por qué se van los buenos científicos?
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Por: Baturrico

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Creo que cada cual de entre los que pueden elegir donde hacerlo tiene sus propias motivaciones para quedarse en España o para ir a investigar fuera. Muchos otros no pueden elegir y han de conformarse con las oportunidades que tiene.
En mi caso, después de muchos años en Centroeuropa, volví a España en cuanto pude, tras habilitarme y ganar una plaza que no habían sacado para mí. Hube de pedir un crédito para pagar la mudanza y los gastos de instalación, sabiendo que costaría muchos años pagarlo tras una reducción salarial del 40% frente al salario alemán a precios de alimentación o alquiler similares.
No habría de tardar en comprobar.el “shock del retorno”. En la universidad hay que someterse a sus reglas y tradiciones, como eran las novatadas en los cuarteles: asignación de docencia, despacho y recursos por riguroso orden de antigüedad (i.e., “a la cola”). Los servicios administrativos no reconocen la experiencia (trienios y quinquenios, los primeros se salvan tras un recurso de 100 páginas, los segundos se pierden porque aunque eran clases universitarias el contrato era de un centro de investigación básica no universitario) con el consiguiente quebranto económico y agravio económico frente a los compañeros. Los equilibrios de poder ya establecidos dicen quién puede liderar proyectos y quién asigna viajes y recursos e incluso reparte complementos salariales: en un ejército de capitanes chusqueros el nuevo sargento, aunque fuera general en su anterior trabajo, tiene que ser obediente, humilde y tragar agradeciendo la magnanimidad de sus superiores. Con el tiempo se pudo avanzar poco a poco, pero bastó una oferta para retornar al antiguo trabajo, con nuevas responsabilidades de liderazgo científico, para que volviera a cruzar los Pirineos. Aguanté 35 meses viviendo en mi país, malbaraté miles de euros en mudanzas y desplazamientos e intereses bancarios, y sobre todo quemé mi ilusión por aportar mi trabajo para ser científico en mi país.
La motivación para irse por segunda vez y pasados los cuarenta años fue económica, ciertamente, pero sobre todo laboral y de perspectivas científias: elegir entre intrigas locales para bajarle a uno esos humos de la experiencia internacional y sin doctorandos ni postdocs, o trabajar en un lugar puntero, con medios, visibilidad internacional, estudiantes y postdocs y técnicos de apoyo…
Como dijo un compañero: “los españoles tenéis motivos sentimentales, pero los investigadores extranjeros no venimos a trabajar a España si no es por razones puramente personales”. Y a algunos españoles se nos acabó la paciencia. Volveremos de visita a algún congreso, a ver a la familia, y quién sabe, si no acaban las ratas por destruir todo lo que merece la pena, de jubilados. Los hijos y tal vez nietos crecerán como centroeuropeos, con padres exóticos que cocinan con aceite de oliva.


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